sábado, 14 de julio de 2012

Capítulo 1:


I
El ataque

La noche se había vuelto aún más calurosa y correr a casa fue como nadar a toda velocidad en sopa hirviendo. Isaac llegó a la esquina de su barrio. Llegaba tarde para la cena. Había pasado casi toda la mañana y tarde dando una vuelta por el parque y leyendo el libro que tía Morgan le regalo. Mientras trotaba calle arriba en dirección a su casa, vio que las ventanas del tercer piso, el cuarto de sus padres, estaba iluminada. Sus padres habían vuelto de la reunión, y al fin podía recibir la felicitación que se merecía a la mañana.
- ‘’Estupendo, ya están en casa’’- se dijo así mismo –
Pero sintió un fuerte pinchazo en su pecho en cuanto pisó la entrada. La luz del techo se había fundido, y la puerta estaba entreabierta. Al entrar, vio que el vestíbulo estaba a oscuras. Las sombras que se formaban parecían llenas de movimiento; como si tuviesen vida propia. Con un estremecimiento en el pecho, Isaac empezó a subir por las escaleras.
- ¿Y a dónde te crees que vas? – dijo una voz.
Isaac se volvió.
- ¿Qué...? –
Se interrumpió. Sus ojos estaban ajustando a la penumbra, y podía distinguir la forma del viejo paragüeros de su padre, colocado frente la puerta. Allí, la silueta de una mujer de apenas veinticinco años, sonreía amistosamente de brazos cruzados. A su alrededor, las sombras se deslizaban como peces en un estanque. La sensación de Isaac de que algo no iba bien no hizo más que acrecentarse cuando la joven desconocida se acercaba a él cautelosamente.
- Tus padres no están en casa, chico – le dijo – Y tu querida tía no la veo por la labor de atenderte en estos momentos – vacilo.
La joven señalo la puerta de la cocina con la mirada. Con una sensación de creciente pánico, Isaac empujó la puerta para abrirla del todo.  Dentro de la cocina, las luces estaban prendidas, todas las lámparas brillaban con mayor fuerza. El resplandor le hirió los ojos por el cambio de luz. Cuando recuperó de nuevo la visión, vio a su tía Morgan derribada en el suelo. Su corazón se paró por un instante.
- ¿Tía Morgan? – llamó – Despierta, ¿estás bien? –
- Se recuperará, chico – dijo la joven intrusa – Mis queridas sombras han tenido que darle una lección a esa anticuada de hechicera –
Isaac le fulminó con la mirada.
- ¿Qué eres tú, otra hechicera...? ¿Qué quieres, hechizos, robarle su poder...? –
- ¡Jajajaja!, me subestimas, chico – le dijo indignada – Soy algo más que una hechicera –
Su susurro hizo que Isaac se paralizara por un momento. La mano de la joven la posó sobre su pecho, murmuró unas palabras y su mano se bañó de un tono oscuro. Como cuchillas, atravesó el torso a Isaac sin dejarle rastro de sangre, únicamente le desgarró parte del pecho y de la espalda. Un alarido brotó de la garganta de Isaac, que se tambaleó hacia atrás, tropezó y cayó, justo cuando la joven le retiró la mano del pecho. Isaac perdió el conocimiento, pero antes de eso, pudo ver como un gran resplandor blanco iluminaba toda la cocina y todo daba vueltas.


A través de sus párpados se abría paso una luz blanca. Se oía un agudo gemido al lado de Isaac, que se tornaba cada vez más agudo y frío. Isaac tomó aire y abrió los ojos. Estaba tumbado en una pequeña camilla en una trastienda llena de frascos y hierbas. A su vera, estaba su tía Morgan que tenía todo el costado desgarrado por culpa de aquella intrusa, y frente a él arrodillada, estaba una amiga de la familia Crawerd que también poseía un don especial; la clarividencia. Era un Oráculo.
- Misa... –
- ¡Oh, al fin despiertas Isaac! –
- ¿Dónde estoy? – preguntó –
Detrás de Misa apareció su hermana Elisabeth retirando una vieja cortina de por medio.
- Estás en el boticario, hermano. Misa os trajo aquí a tiempo con su poca experiencia... –
- ¿Y la joven esa...? – preguntó otra vez - ¿Quién era? –
- No lo sabemos – contesto Tía Morgan mientras se incorporaba poco a poco de la camilla – Entró en casa y tus padres se enfrentaron a ella, pero algo les hizo desaparecer... no lo se... después fue a por mi... y por último a por ti –
Hubo un silencio entre todos y un intercambio de mirada bastante inquietante y preocupante.
- ¿Y que era esa chica? – preguntó nuevamente –
Elisabeth tenía la respuesta. Se acercó a su hermano y le retiró la camiseta para que viese la marca de sus garras en su pecho. Pasó la mano por encima y suspiró.
- Esa joven es una Oscura, hermano –
- ¿Te recuerdo que no conozco nada de este mundo, hermana...? –
- Son mujeres creadas a través del odio del ser humano – explicó Misa por detrás – En un pasado, eran creadas por el mismísimo diablo –
- Y es raro que aún existan... – comento Elisabeth – Se extinguieron hace siglos –
- A no ser que alguien allá querido crear de nuevo a esas seres... – salto Tía Morgan – Tendremos que ir a la Ciudad Secreta y... ¡ah! –
- ¡Tía Morgan! – exclamo Isaac –
Elisabeth fue hacia ella y la recostó en la camilla para que se recuperase del todo. Después se acercó a uno de los frascos y se lo entregó a Tía Morgan para que se lo tomara.
- Tiene razón, en Ciudad Secreta podremos preguntar... así sabremos donde están nuestros padres. Iré ahora mismo... –
- Quieta – salto Isaac – Yo no me quedo aquí... –
Elisabeth se retuvo y miró a su hermano.
- Sabes que no puedes ir. Los humanos no pueden entrar... y si entran... ya sabes que no salen con vida... ¿quieres eso, Isaac? –
- Pero no me quiero quedar de brazos cruzados... ¿y si vuelve esa mujer eh? –
Elisabeth suspiró.
- Tiene razón... – dijo Misa – Podemos ir los tres... y entre nosotras podemos hacer que Isaac pase desapercibido... –
Su hermana al final cedió y se cruzó de brazos. Isaac sonrió de oreja a oreja en estas situaciones, pero él jamás había pisado la Ciudad Secreta donde personas con dones especiales vivían; desde hechiceros, hasta jóvenes elfos y dríades... deseaba ir ante todo, y más para descubrir que ha pasado con sus padres y quien era esa Oscura.

Era de noche, y la ciudad había prendido todas sus luces para una magnifica noche de verano. Por las calles de Nueva York, dirección a Central Park. Para poder acceder a la Ciudad Secreta, solo había dos métodos para ir. Una de ellas es a través de las llamadas ‘’puertas traseras’’, pero la principal entrada era a través de el gran roble de Central Park; a través del tronco. Ambas chicas, Elisabeth y Misa, se plantaron frente a un gran roble que se retorcía poco a poco hacia el cielo, y en donde sus raíces se sobresalían de la tierra. Isaac estaba detrás de ella, amarrando con fuerza el colgante del colmillo de dragón rezando de que todo salga bien. Elisabeth echo hacia atrás a Misa, y posó sus dos manos sobre el roble. Murmuro unas palabras, y una chispa de luz se presentó ante ellas. Era un hada del tamaño de un alfiler.
- Vaya... jamás había visto un hada... – murmuro Isaac –
- Son las que se ocupan de abrir la puerta a la Ciudad Secreta – le explicó Misa –  Son muy listas, así que no te separes de mi ¿vale? – le dijo –
Elisabeth continuaba hablando con aquella pequeña hada que brillaba como una estrella. Al fin, la hada cedió dejarles pasar a través del llamado ‘’Portal’’ para ir a la Ciudad Secreta. El gran tronco comenzó a retorcerse y las raíces formaron una especie de escalones hacia la abertura que se estaba creando en el roble. Misa fue la primera en entrar al interior del roble y desaparecer, seguidamente de Isaac, a quién le temblaba todo el cuerpo, y por último Elisabeth. En el interior del ‘’Portal’’, todo estaba en penumbras. No se podía distinguir nada, solo el sonido de las pisadas. Poco a  poco mientras se adentraban más, unas chispeantes llamas comenzaron a prenderse en las antorchas, iluminando una gran sala circular donde descansaba una gigantesca puerta sellada.
- ¿Dónde estamos? – pregunto Isaac confuso - ¿Dentro del árbol? –
- Más bien si, pero no – sonrió Misa – Estamos en un ‘’Puente’’, que conecta Nueva York con la Ciudad Secreta – le explico más detalladamente – Detrás de esta gran puerta, se encuentra la Ciudad Secreta –
- A partir de este punto hay que tener cuidado – advirtió Elisabeth a su hermano – Los que viven en la Ciudad Secreta nos Exiliados, gente como Misa y yo que decidieron vivir en este mundo oculto de todo mal – le dijo – Así que intentad no llamar la atención –
Elisabeth dio un paso al frente y alzó su brazo derecho; mascullo unas palabras y en sus manos apareció un báculo blanco. Misa hizo lo mismo, y un látigo le cubrió su brazo izquierdo.
- ¿Y has dicho pasar desapercibidos con esas... armas? –
Misa rió, pero Elisabeth se cruzó de brazos.
- No hagas que me arrepienta de traerte a la Ciudad Secreta, canijo –
Elisabeth agito su báculo entre sus manos y un fuerte crack sonó en el interior de la sala. La puerta comenzó a temblar y a abrirse poco a poco; ya estaban a dos pasos de entrar en la Ciudad Secreta, donde los seres mágicos viven ocultos de la vida humana del exterior.

3 comentarios:

  1. Me he leído el prólogo y éste capítulo y realmente me está interesando bastante! Me encantan este tipo de historias que unen fantasía y realidad. Espero que pronto subas el siguiente capítulo para conocer mejor a los personajes, es lo que tiene, no puedo decirte nada más porque no los conozco del todo ;) ya me entiendes. Lo que si te digo es que me parece bastante interesante la historia.

    Aprovecho para decirte que he subido un nuevo relatillo sobre seres malditos... ;) Es bastante entretenido ya que aparte de escritos tambien hay fotos, gif y música para ambientar (si así lo quieres) http://borntobeabubble.blogspot.com.es/2012/07/los-inmortales-la-primera-generacion.html

    Besos y sigue!!

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  2. Guau, es mas impresionante que el Prólogo, me tienes encantada. Continua escribiendo más porque no voy a poder esperar mucho tiempo. Es una de esas historias que no te cansas de leer hasta que las terminas del todo. Hasta pronto ;)

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  3. Wow! me ha gustado, sí, de verdad que me ha gustado. Me gustan tus descripciones, son simples pero lo explican todo a la perfección, molan. Es genial que se medio-real, por lo de new york. Y creo que no hace falta que te diga que la hechicera me ha encantado *^*
    Sigue así!!

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