I
El ataque
La
noche se había vuelto aún más calurosa y correr a casa fue como nadar a toda
velocidad en sopa hirviendo. Isaac llegó a la esquina de su barrio. Llegaba
tarde para la cena. Había pasado casi toda la mañana y tarde dando una vuelta
por el parque y leyendo el libro que tía Morgan le regalo. Mientras trotaba
calle arriba en dirección a su casa, vio que las ventanas del tercer piso, el
cuarto de sus padres, estaba iluminada. Sus padres habían vuelto de la reunión,
y al fin podía recibir la felicitación que se merecía a la mañana.
- ‘’Estupendo, ya están en casa’’-
se dijo así mismo –
Pero sintió un fuerte pinchazo en su pecho en cuanto pisó la entrada.
La luz del techo se había fundido, y la puerta estaba entreabierta. Al entrar,
vio que el vestíbulo estaba a oscuras. Las sombras que se formaban parecían
llenas de movimiento; como si tuviesen vida propia. Con un estremecimiento en
el pecho, Isaac empezó a subir por las escaleras.
- ¿Y a dónde te crees que vas? – dijo una voz.
Isaac se volvió.
- ¿Qué...? –
Se interrumpió. Sus ojos estaban ajustando a la penumbra, y podía
distinguir la forma del viejo paragüeros de su padre, colocado frente la
puerta. Allí, la silueta de una mujer de apenas veinticinco años, sonreía
amistosamente de brazos cruzados. A su alrededor, las sombras se deslizaban
como peces en un estanque. La sensación de Isaac de que algo no iba bien no
hizo más que acrecentarse cuando la joven desconocida se acercaba a él
cautelosamente.
- Tus padres no están en casa, chico – le dijo – Y tu querida tía no la
veo por la labor de atenderte en estos momentos – vacilo.
La joven señalo la puerta de la cocina con la mirada. Con una sensación
de creciente pánico, Isaac empujó la puerta para abrirla del todo. Dentro de la cocina, las luces estaban
prendidas, todas las lámparas brillaban con mayor fuerza. El resplandor le
hirió los ojos por el cambio de luz. Cuando recuperó de nuevo la visión, vio a
su tía Morgan derribada en el suelo. Su corazón se paró por un instante.
- ¿Tía Morgan? – llamó – Despierta, ¿estás bien? –
- Se recuperará, chico – dijo la joven intrusa – Mis queridas sombras
han tenido que darle una lección a esa anticuada de hechicera –
Isaac le fulminó con la mirada.
- ¿Qué eres tú, otra hechicera...? ¿Qué quieres, hechizos, robarle su
poder...? –
- ¡Jajajaja!, me subestimas, chico – le dijo indignada – Soy algo más
que una hechicera –
Su susurro hizo que Isaac se paralizara por un momento. La mano de la
joven la posó sobre su pecho, murmuró unas palabras y su mano se bañó de un
tono oscuro. Como cuchillas, atravesó el torso a Isaac sin dejarle rastro de
sangre, únicamente le desgarró parte del pecho y de la espalda. Un alarido
brotó de la garganta de Isaac, que se tambaleó hacia atrás, tropezó y cayó,
justo cuando la joven le retiró la mano del pecho. Isaac perdió el
conocimiento, pero antes de eso, pudo ver como un gran resplandor blanco
iluminaba toda la cocina y todo daba vueltas.
A
través de sus párpados se abría paso una luz blanca. Se oía un agudo gemido al
lado de Isaac, que se tornaba cada vez más agudo y frío. Isaac tomó aire y
abrió los ojos. Estaba tumbado en una pequeña camilla en una trastienda llena
de frascos y hierbas. A su vera, estaba su tía Morgan que tenía todo el costado
desgarrado por culpa de aquella intrusa, y frente a él arrodillada, estaba una
amiga de la familia Crawerd que también poseía un don especial; la
clarividencia. Era un Oráculo.
- Misa... –
- ¡Oh, al fin despiertas Isaac! –
- ¿Dónde estoy? – preguntó –
Detrás de Misa apareció su hermana Elisabeth retirando una vieja
cortina de por medio.
- Estás en el boticario, hermano. Misa os trajo aquí a tiempo con su
poca experiencia... –
- ¿Y la joven esa...? – preguntó otra vez - ¿Quién era? –
- No lo sabemos – contesto Tía Morgan mientras se incorporaba poco a
poco de la camilla – Entró en casa y tus padres se enfrentaron a ella, pero
algo les hizo desaparecer... no lo se... después fue a por mi... y por último a
por ti –
Hubo un silencio entre todos y un intercambio de mirada bastante
inquietante y preocupante.
- ¿Y que era esa chica? – preguntó nuevamente –
Elisabeth tenía la respuesta. Se acercó a su hermano y le retiró la
camiseta para que viese la marca de sus garras en su pecho. Pasó la mano por
encima y suspiró.
- Esa joven es una Oscura,
hermano –
- ¿Te recuerdo que no conozco nada de este mundo, hermana...? –
- Son mujeres creadas a través del odio del ser humano – explicó Misa
por detrás – En un pasado, eran creadas por el mismísimo diablo –
- Y es raro que aún existan... – comento Elisabeth – Se extinguieron
hace siglos –
- A no ser que alguien allá querido crear de nuevo a esas seres... –
salto Tía Morgan – Tendremos que ir a la Ciudad Secreta y... ¡ah! –
- ¡Tía Morgan! – exclamo Isaac –
Elisabeth fue hacia ella y la recostó en la camilla para que se
recuperase del todo. Después se acercó a uno de los frascos y se lo entregó a
Tía Morgan para que se lo tomara.
- Tiene razón, en Ciudad Secreta podremos preguntar... así sabremos
donde están nuestros padres. Iré ahora mismo... –
- Quieta – salto Isaac – Yo no me quedo aquí... –
Elisabeth se retuvo y miró a su hermano.
- Sabes que no puedes ir. Los humanos no pueden entrar... y si
entran... ya sabes que no salen con vida... ¿quieres eso, Isaac? –
- Pero no me quiero quedar de brazos cruzados... ¿y si vuelve esa mujer
eh? –
Elisabeth suspiró.
- Tiene razón... – dijo Misa – Podemos ir los tres... y entre nosotras
podemos hacer que Isaac pase desapercibido... –
Su hermana al final cedió y se cruzó de brazos. Isaac sonrió de oreja a
oreja en estas situaciones, pero él jamás había pisado la Ciudad Secreta donde
personas con dones especiales vivían; desde hechiceros, hasta jóvenes elfos y
dríades... deseaba ir ante todo, y más para descubrir que ha pasado con sus
padres y quien era esa Oscura.
Era de noche, y la ciudad había
prendido todas sus luces para una magnifica noche de verano. Por las calles de
Nueva York, dirección a Central Park. Para poder acceder a la Ciudad Secreta,
solo había dos métodos para ir. Una de ellas es a través de las llamadas ‘’puertas traseras’’, pero la principal
entrada era a través de el gran roble de Central Park; a través del tronco.
Ambas chicas, Elisabeth y Misa, se plantaron frente a un gran roble que se
retorcía poco a poco hacia el cielo, y en donde sus raíces se sobresalían de la
tierra. Isaac estaba detrás de ella, amarrando con fuerza el colgante del
colmillo de dragón rezando de que todo salga bien. Elisabeth echo hacia atrás a
Misa, y posó sus dos manos sobre el roble. Murmuro unas palabras, y una chispa
de luz se presentó ante ellas. Era un hada del tamaño de un alfiler.
- Vaya... jamás había visto un hada... – murmuro Isaac –
- Son las que se ocupan de abrir la puerta a la Ciudad Secreta – le explicó
Misa – Son muy listas, así que no te
separes de mi ¿vale? – le dijo –
Elisabeth continuaba hablando con aquella pequeña hada que brillaba
como una estrella. Al fin, la hada cedió dejarles pasar a través del llamado ‘’Portal’’ para ir a la Ciudad Secreta.
El gran tronco comenzó a retorcerse y las raíces formaron una especie de
escalones hacia la abertura que se estaba creando en el roble. Misa fue la
primera en entrar al interior del roble y desaparecer, seguidamente de Isaac, a
quién le temblaba todo el cuerpo, y por último Elisabeth. En el interior del
‘’Portal’’, todo estaba en penumbras. No se podía distinguir nada, solo el
sonido de las pisadas. Poco a poco
mientras se adentraban más, unas chispeantes llamas comenzaron a prenderse en
las antorchas, iluminando una gran sala circular donde descansaba una
gigantesca puerta sellada.
- ¿Dónde estamos? – pregunto Isaac confuso - ¿Dentro del árbol? –
- Más bien si, pero no – sonrió Misa – Estamos en un ‘’Puente’’, que conecta Nueva York con la
Ciudad Secreta – le explico más detalladamente – Detrás de esta gran puerta, se
encuentra la Ciudad Secreta –
- A partir de este punto hay que tener cuidado – advirtió Elisabeth a
su hermano – Los que viven en la Ciudad Secreta nos Exiliados, gente como Misa
y yo que decidieron vivir en este mundo oculto de todo mal – le dijo – Así que
intentad no llamar la atención –
Elisabeth dio un paso al frente y alzó su brazo derecho; mascullo unas
palabras y en sus manos apareció un báculo blanco. Misa hizo lo mismo, y un látigo
le cubrió su brazo izquierdo.
- ¿Y has dicho pasar desapercibidos con esas... armas? –
Misa rió, pero Elisabeth se cruzó de brazos.
- No hagas que me arrepienta de traerte a la Ciudad Secreta, canijo –
Elisabeth agito su báculo entre sus manos y un fuerte crack sonó en el
interior de la sala. La puerta comenzó a temblar y a abrirse poco a poco; ya
estaban a dos pasos de entrar en la Ciudad Secreta, donde los seres mágicos
viven ocultos de la vida humana del exterior.
Me he leído el prólogo y éste capítulo y realmente me está interesando bastante! Me encantan este tipo de historias que unen fantasía y realidad. Espero que pronto subas el siguiente capítulo para conocer mejor a los personajes, es lo que tiene, no puedo decirte nada más porque no los conozco del todo ;) ya me entiendes. Lo que si te digo es que me parece bastante interesante la historia.
ResponderEliminarAprovecho para decirte que he subido un nuevo relatillo sobre seres malditos... ;) Es bastante entretenido ya que aparte de escritos tambien hay fotos, gif y música para ambientar (si así lo quieres) http://borntobeabubble.blogspot.com.es/2012/07/los-inmortales-la-primera-generacion.html
Besos y sigue!!
Guau, es mas impresionante que el Prólogo, me tienes encantada. Continua escribiendo más porque no voy a poder esperar mucho tiempo. Es una de esas historias que no te cansas de leer hasta que las terminas del todo. Hasta pronto ;)
ResponderEliminarWow! me ha gustado, sí, de verdad que me ha gustado. Me gustan tus descripciones, son simples pero lo explican todo a la perfección, molan. Es genial que se medio-real, por lo de new york. Y creo que no hace falta que te diga que la hechicera me ha encantado *^*
ResponderEliminarSigue así!!